a)Resumen:
“Sexualidad
a la luz de la antropología y de la biblia”
Carlo
Cafarra
Los presupuestos
antropológicos fundamentales sobre los que se asienta la estructura de la
sexualidad humana y la comunicación entre el hombre y la mujer son tres: La
unidad substancial de la persona humana, la integración de la persona humana y
la existencia de una ley natural en la sexualidad humana.
La unidad substancial de la
persona humana.
No vamos a abordar la
realidad de la persona humana y de su unidad substancial considerando
separadamente los componentes de la misma –cuerpo y alma-.
Nuestra conciencia nos revela
dos hechos importantes. Que las operaciones de la persona humana son varias y
diferentes y que el sujeto que realiza todas estas operaciones es, en cambio,
único. Pues bien, la afirmación de que hay una unidad substancial de la persona
humana es la explicación metafísica de estos dos hechos.
Lo que especifica a un ser
que es persona es su subsistencia, es decir que el ser personal es en sí mismo
y es por sí mismo. Solo el ser espiritual y no el material puede ser en sí
mismo y por sí mismo. Existen individuos no espirituales, pero no personas que
no sean espirituales. La razón de ello es que sólo el espíritu puede ser en sí
mismo y por sí mismo. La personalidad coincide con la espiritualidad, ser
persona es lo mismo que ser espíritu.
En la identidad
persona-espíritu radica la cuestión fundamental del presupuesto antropológico
de la sexualidad humana. Se abriría así un dualismo irreconciliable entre la
persona y el cuerpo, el cuerpo es parte constitutiva de la personalidad que la
persona humana es persona en primer lugar por su espiritualidad, el cuerpo
forma con el espíritu una unidad substancial. El ser sumamente comunicable, el
acto del ser que es propio del espíritu es comunicado al cuerpo y en virtud de
esto el cuerpo es elevado a la dignidad misma de la persona y se convierte en
parte constitutiva de ella, el cuerpo es personal y a su vez que la persona
humana es corporal.
El cuerpo humano esta esencialmente
orientado a ser expresión de la persona humana, es así lenguaje de la persona
humana. La castidad representa el verdadero lenguaje del cuerpo humano y
también supone la integración de la persona humana.
La integración de la persona
humana.
¿Cómo ser uno y poder ser
contradictorio?. La persona humana tiene a la vez una naturaleza espiritual y
no espiritual y un dinamismo espiritual y a la vez uno no espiritual, a través
del dinamismo no espiritual se percibe siempre la realidad en relación con la
persona, esa realidad le es útil, necesaria o placentera, a través del
dinamismo espiritual, se percibe la realidad en sí misma y por sí misma. A
pesar de que la inteligencia nos advierte que la dignidad de cualquier persona
humana es posible y por desgracia frecuente la reducción de la relación personal
a mecanismo de placer cuando los sujetos de la misma se conciben mutuamente
como realidad útil, necesaria o placentera.
Si la persona constituye una
unidad en el ser, debe constituir una unidad a la hora de operar es decir en su
dinamismo espiritual, esta unidad en el obrar recibe el nombre de integración
de la persona humana.
Los elementos principales de
este tipo de unidad son los siguientes:
Pluralidad de partes: Si la
persona fuese solo espíritu no habría necesidad de integridad, por que el
espíritu es simple sin embargo sabemos que la persona es una unidad substancial
de cuerpo y espíritu.
Jerarquía u orden entre las
partes: Con ello queremos decir que las partes, espíritu-cuerpo, no tienen el
mismo valor, existe un orden axiológico entre ellas. Lo espiritual es más
valioso que lo no espiritual, aquella pluralidad de partes se convierte en una
unidad integrada, precisamente cuando esas partes son ordenadas, según la
verdadera jerarquía resultante de su valor, por el contrario implica que lo
menos valioso es llevado a su plenitud al
ser elevado, adquiriendo así un mayor valor.
El proceso de integración en
el obrar y en general en e comportamiento humano es teóricamente posible por
dos razones.
En primer lugar por que en el
orden del ser, la persona es ya una unidad y en segundo lugar por que la
propiedad específica del espíritu es la de ejercer un dominio, sobre lo no
espiritual.
Siendo la sexualidad una
dimensión de la persona, están presentes los tres dinamismo y operaciones del
ser personal: El dinamismo físico, el psíquico y el espiritual. El proceso de
integración de estos tres dinamismos consistiría en la subordinación del
dinamismo físico al psíquico y del psíquico al espiritual.
Si al dinamismo físico y
psíquico lo individualizamos como su dimensión “erótica” y al espiritual como
su dimensión “amorosa”, podremos afirmar que una sexualidad humana integrada
será aquella en la que el eros está subordinado al amor y gobernado por este
último, es decir el acto psíquico y físico de la unión sexual se subordinan al
acto espiritual de donación personal de los esposos, adquiere la dimensión de
ser un modo de intercomunicación personal.
El proceso de personalizar la
sexualidad.
Modalidades de la voluntad en
el proceso amoroso.
Hay una diferencia entre el
acto de la inteligencia y al acto de la voluntad, la voluntad pone a la persona
humana en una actitud de movimiento hacia lo que quiere, de tensión dinámica
hacia la realidad, es la bondad y el valor del ser, que ha sido entendido por
la inteligencia, su bondad y su valor constituyen una fuerza de atracción que
mueve nuestra voluntad y la fuerza de voluntad puede activarse según 3
disposiciones o modalidades principales. La hedonista, la utilitarista y la
ética.
La modalidad hedonista es
aquella actitud de la voluntad por la cual se mueve hacia una realidad por que
esa realidad se presenta placentera para la persona.
La modalidad utilitarista es
aquella actitud de la voluntad por la cual esta se mueve hacia una realidad por
que esa realidad se presenta útil para la persona.
La modalidad ética es aquella
actitud de la voluntad por la cual esta se mueve hacia una realidad por que esa
realidad se presenta como buena para la persona y ello con independencia de
todo placer y utilidad.
La voluntad ética en el
aprendizaje del amor.
Para aprender a amar no basta
con educar las disposiciones de nuestra voluntad pues previamente nuestro
entendimiento tiene que percibir la verdad del amar. En el amor hay también una
porción de inteligencia; existe en el espíritu una proporción entre la facultad
de entender y la de querer, puede ser entendido en su dimensión sensible y en
su dimensión más profunda como ser espiritual. ¿Qué diferencia hay entre la
voluntad sensible y la racional? La voluntad sensible solo se presenta como
placentera o útil y la racional es cuando se dirige hacia una voluntad
personal.
La voluntad racional a
diferencia de la voluntad sensible, quiere la realidad cualquiera que sea en sí
misma y por sí misma, debido a que capta y quiere su bondad o valor
intrínsecos, no su utilidad o placer para sí.
La voluntad intelectual tiene
la virtualidad de querer las cosas en la misma medida en que merecen ser
queridas, en el universo del ser en todo el conjunto de la realidad hay una
pluralidad de seres que poseen cada uno de ellos su propio valor
intrínseco. Las personas creadas no
pueden ser amadas infinitamente por que esa no es la medida de su ser, que no
es infinito, sin embargo por que son seres personales deben ser amados en sí
mismo y por sí mismos, por que ese valor radical e incondicional es el valor
intrínseco propio del ser personal. Las cosas deben ser amadas en la medida en
que sirven para amar a Dios y a las otras personas creadas, es decir en la
medida de su necesidad y utilidad para hacer efectivo el amor que merece Dios y
las otras personas.
La disposición de la persona
en el amor.
El amor se presenta como el
movimiento de la voluntad que quiere el bien de la persona amada, en sí mismo y
por sí mismo, por eso es inhumano este movimiento de la voluntad que quiere a
la persona amada por razones de mera utilidad o de placer para sí.
Quien ama por utilidad o por
placer no sale de sí mismo, sino que quiere la cosa para sí. Solo quien dispone
su voluntad al valor intrínseco del ser amado sale de sí, se convierte en
apertura, se comunica y en suma ama como persona.
El amor profundo y auténtico
adquiere la especificidad del amor conyugal cuando la persona amante es capaz
de decir a la persona amada “Tú como mi varón o como mi mujer” vales tanto que
mereces el don total de mi persona a tu persona.
A diferencia del espíritu la
sensibilidad es siempre utilitarista o hedonista: Solo percibe al otro en su
papel utilitario o placentero.
En virtud de la unidad
substancial de la persona humana, la sexualidad en su dimensión psicofísica es
capaz de amar en sentido auténtico y profundo cuando esa dimensión es integrada
en y por el espíritu de la persona humana, esta integración implica la
aparición de una virtud específica: La castidad. Es el instrumento de que se
sirve el amor para penetrar y personalizar todas las dimensiones del hombre
integrándolas en una unidad.
Puede afirmarse que la
búsqueda del bien del otro cónyuge consiste
en amar el que su ser personal se cumpla en toda su verdad y colaborar en la
obtención de ese fin.
Convertirse en coautor de que
el otro consiga ser lo mejor que tiene dentro, requiere esa modalidad o actitud
de la voluntad que hemos denominado voluntad ética. Por esta razón el adulterio
del corazón se comete no solo cuando asume esta actitud respecto de su pareja,
distinta a la propia, sino precisamente
cuando asume esa actitud hedonista o utilitarista frente al otro. El auténtico
amor exige siempre la apertura de sí y la conversión de uno en don para el
otro.
Los 3 momentos esenciales que marcan el ritmo
del designio providencial de Dios sobre la creación a saber son: La creación,
la redención y la glorificación.
La sexualidad y la creación:
Se inicia con la narración de
la misma creación sale de las manos creadoras de Dios como varón y mujer y está
marcado desde el principio por la diferenciación sexual, no dejar al hombre
solo y por otra parte constituirlo en sujeto de una bendición especial, la de
la fecundidad.
Es propio de la naturaleza del
espíritu y de la condición de persona el poder abrirse y comunicarse
intencionalmente con otro ser diverso de sí mismo. Sus actividades más
específicas, a saber, el pensar y el querer, le mueven, le empujan hacia a
fuera de sí misma.
La persona puede querer una
cosa en tanto esa cosa deseada le sirve para la obtención de un objetivo:
Entonces la cosa querida es considerada por su razón como medio o instrumento.
El acto de voluntad está
siempre precedido de un acto de la inteligencia, el cual descubre el valor real
del objeto.
San Agustín afirmaba que el
concepto de desorden consiste precisamente en hacer uso de aquello que sólo se
debe gozar y en gozar de aquello de lo que solamente se debe hacer uso.
La persona sale realmente de
sí misma solo cuando quiere al otro diverso de sí en razón del valor propio de
este, es decir cuando lo quiere en sí mismo y por sí mismo, solo la persona
puede y debe ser querida de este preciso modo, por eso sólo la relación con
otra persona puede hacer salir al hombre de su soledad original, el hombre
puesto frente a los animales permanece en soledad, solo puesto frente a otra
persona puede estar en compañía.
El cuerpo humano está
ordenado interiormente para expresar en el mundo del universo visible a la persona en cuanto tal: en cierto modo,
el cuerpo es la manifestación de la persona. Todo discurso de la persona humana
siempre es también un discurso sobre su corporeidad. La sexualidad humana está
intrínsecamente ordenada para expresar la vocación de la persona a ser don de sí
mismo a la otra persona.
La sexualidad humana en
cuanto lenguaje y estructura de la donación interpersonal, integra en sí misma
la capacidad procreadora. La visión que
el varón y la mujer tienen en sí mismos es la que les conduce a través de su
corporeidad, a la percepción de su propia persona como don o regalo para el
otro, y en esta visión no se puede omitir, no se puede ignorar o negar la
dimensión procreadora inherente al recíproco don personal de sí mismos.
Semejante ignorancia o negación de esa inherente dimensión procreadora sería
una lectura falsa de aquel lenguaje del cuerpo a través del cual la persona
dice darse de sí misma, por que esa dimensión generadora forma parte,
evidentemente, de sí misma. Mediante el cuerpo, la comunión interpersonal del
varón con la mujer posee una primordial sacramentalidad en el orden de la
creación. Esta, gracias a su visibilidad, constituye el signo originario del
Amor creador de Dios.
La sexualidad y la redención.
Solo bajo la luz de Cristo la
creación es comprensible íntimamente. Esta predestinación del hombre, a causa
del pecado del hombre, se convierte en predestinación redentora. La realización
de la eterna predestinación implica también la liberación del hombre respecto
de su pecado.
El hombre pese a su pecado,
no ha destruido dentro de sí toda la verdad originaria de su condición de ser
personal, de su ser a imagen y semejanza de Dios. En su última esencia, en
efecto, el pecado es un acto de la libertad que no quiere reconocer la verdad,
ni subordinarse a la misma: a la verdad de las cosas. Pero esta rebeldía no
cambia la verdad, por la simple razón de que ésta no está constituida, no es
creada, no es producto fabricado por la libertad humana. Esa subordinación
tiene como efecto originar dentro del hombre y dentro del universo una profunda
contradicción entre lo que la persona humana hace en sí misma en y con su
conducta y aquello que esa misma persona humana es en realidad: una
contradicción que es sentida por el pecador en su conciencia misma, en el
interior más íntimo de su corazón.
La sexualidad y la
glorificación.
La razón de que el hombre
pueda renunciar al matrimonio y a un legítimo ejercicio de su propia sexualidad,
reside en la relación que el mismo Cristo establece entre esta decisión, el *Reino
de los cielos*, y la resurrección final de la carne. Por esta razón,
mediante la resurrección de Cristo, el Reino ya está sustancialmente realizado
y el tiempo que transcurre después de ella no tiene otra razón de ser que la de
manifestar su potencial salvadora.
La perfección del cuerpo
humano consiste, como ya se ha dicho en la primera parte, en su
personalización, es decir, en su completa integración con el sujeto personal.
Si ahora tenemos presente que, como también afirmamos, el ser personal es
propio del espíritu, en tal caso podemos decir que la perfección del cuerpo
consiste en su perfecta espiritualización. Dicho en otras palabras: en una
perfecta sumisión del cuerpo a las exigencias de la persona. La intrínseca
ordenación del cuerpo para expresar y para realizar a la persona humana
encuentra sólo en la resurrección su perfecta dinámica y en ello consiste
precisamente su completa redención.
b) Juicio Valorativo:
Como familiologos tenemos una
gran responsabilidad al respecto de la sexualidad humana y como tratarla; es
esencial que nuestro principal argumento lo basemos en el hecho de que somos espíritus
encarnados, es decir que nuestro cuerpo es simplemente una extensión del
espíritu y no al revés, por lo tanto el valor del cuerpo no puede
cuantificarse. Que la condición sexuada del hombre esta inscrita desde el
momento mismo que Dios crea al hombre y a la mujer y les dio además la
bendición especial de la fecundidad.
Cuando algún paciente este
dudando sobre su sexualidad, es importante ayudarlo a entender las dimensiones
de la misma y además ayudarlo a diferenciar en que sentido esta tomando su
proceder; si lo está haciendo con una actitud hedonista, utilitarista o
ética.
Debemos también ayudar a las
personas a formarse en voluntad intelectual y no en voluntad sensible, para que
éstas sean predispuestas en el amor, pero en el amor verdadero, no de su
verdad, sino de la verdad.
Que cuando haya casos en
donde la persona crea estar viviendo un amor verdadero pueda identificar que éste
sea para llevar a la plenitud lo mejor de si mismo. Que no sea para satisfacer
su propia necesidad sino más bien ayudar al otro a ser mejor en sí mismo y para
sí mismo.
Los familiologos tenemos
además la responsabilidad de dar el valor correcto a la castidad y argumentar
que solamente a través de ella podemos tener una perfecta identidad entre el
bien de la persona y el ser de esa misma persona.
Es conociendo estos
principios éticos de la antropología sexual, como podemos entender y explicar
estos temas.
Debemos aprender además a
identificar cuando un paciente esta confundiendo amor con enamoramiento, cuando
está basando su realidad sensible como verdad de amor, y explicarle que la
sexualidad vista como el principal punto de partida en una relación personal te
lleva a un vacío espiritual, por que antepones el cuerpo como un medio o una
utilidad para sí.
Enseñar que el autentico amor
exige siempre la apertura de sí y la conversión de uno en don para el otro; que
solo siendo coautores de que el otro consiga ser lo mejor que tiene dentro,
conseguimos una verdadera comunión personal.
No hay comentarios:
Publicar un comentario