Lily

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....Amar hasta que duela, y una vez que duela, amar más...

sábado, 9 de junio de 2012

Sexualidad a la Luz de la Antropología y la Biblia



a)Resumen:
“Sexualidad a la luz de la antropología y de la biblia”
Carlo Cafarra
Los presupuestos antropológicos fundamentales sobre los que se asienta la estructura de la sexualidad humana y la comunicación entre el hombre y la mujer son tres: La unidad substancial de la persona humana, la integración de la persona humana y la existencia de una ley natural en la sexualidad humana.

La unidad substancial de la persona humana.
No vamos a abordar la realidad de la persona humana y de su unidad substancial considerando separadamente los componentes de la misma –cuerpo y alma-.
Nuestra conciencia nos revela dos hechos importantes. Que las operaciones de la persona humana son varias y diferentes y que el sujeto que realiza todas estas operaciones es, en cambio, único. Pues bien, la afirmación de que hay una unidad substancial de la persona humana es la explicación metafísica de estos dos hechos.
Lo que especifica a un ser que es persona es su subsistencia, es decir que el ser personal es en sí mismo y es por sí mismo. Solo el ser espiritual y no el material puede ser en sí mismo y por sí mismo. Existen individuos no espirituales, pero no personas que no sean espirituales. La razón de ello es que sólo el espíritu puede ser en sí mismo y por sí mismo. La personalidad coincide con la espiritualidad, ser persona es lo mismo que ser espíritu.



En la identidad persona-espíritu radica la cuestión fundamental del presupuesto antropológico de la sexualidad humana. Se abriría así un dualismo irreconciliable entre la persona y el cuerpo, el cuerpo es parte constitutiva de la personalidad que la persona humana es persona en primer lugar por su espiritualidad, el cuerpo forma con el espíritu una unidad substancial. El ser sumamente comunicable, el acto del ser que es propio del espíritu es comunicado al cuerpo y en virtud de esto el cuerpo es elevado a la dignidad misma de la persona y se convierte en parte constitutiva de ella, el cuerpo es personal y a su vez que la persona humana es corporal.
El cuerpo humano esta esencialmente orientado a ser expresión de la persona humana, es así lenguaje de la persona humana. La castidad representa el verdadero lenguaje del cuerpo humano y también supone la integración de la persona humana.
La integración de la persona humana.
¿Cómo ser uno y poder ser contradictorio?. La persona humana tiene a la vez una naturaleza espiritual y no espiritual y un dinamismo espiritual y a la vez uno no espiritual, a través del dinamismo no espiritual se percibe siempre la realidad en relación con la persona, esa realidad le es útil, necesaria o placentera, a través del dinamismo espiritual, se percibe la realidad en sí misma y por sí misma. A pesar de que la inteligencia nos advierte que la dignidad de cualquier persona humana es posible y por desgracia frecuente la reducción de la relación personal a mecanismo de placer cuando los sujetos de la misma se conciben mutuamente como realidad útil, necesaria o placentera.
Si la persona constituye una unidad en el ser, debe constituir una unidad a la hora de operar es decir en su dinamismo espiritual, esta unidad en el obrar recibe el nombre de integración de la persona humana.
Los elementos principales de este tipo de unidad son los siguientes:
Pluralidad de partes: Si la persona fuese solo espíritu no habría necesidad de integridad, por que el espíritu es simple sin embargo sabemos que la persona es una unidad substancial de cuerpo y espíritu.
Jerarquía u orden entre las partes: Con ello queremos decir que las partes, espíritu-cuerpo, no tienen el mismo valor, existe un orden axiológico entre ellas. Lo espiritual es más valioso que lo no espiritual, aquella pluralidad de partes se convierte en una unidad integrada, precisamente cuando esas partes son ordenadas, según la verdadera jerarquía resultante de su valor, por el contrario implica que lo menos valioso es llevado a su plenitud al  ser elevado, adquiriendo así un mayor valor.
El proceso de integración en el obrar y en general en e comportamiento humano es teóricamente posible por dos razones.
En primer lugar por que en el orden del ser, la persona es ya una unidad y en segundo lugar por que la propiedad específica del espíritu es la de ejercer un dominio, sobre lo no espiritual.
Siendo la sexualidad una dimensión de la persona, están presentes los tres dinamismo y operaciones del ser personal: El dinamismo físico, el psíquico y el espiritual. El proceso de integración de estos tres dinamismos consistiría en la subordinación del dinamismo físico al psíquico y del psíquico al espiritual.
Si al dinamismo físico y psíquico lo individualizamos como su dimensión “erótica” y al espiritual como su dimensión “amorosa”, podremos afirmar que una sexualidad humana integrada será aquella en la que el eros está subordinado al amor y gobernado por este último, es decir el acto psíquico y físico de la unión sexual se subordinan al acto espiritual de donación personal de los esposos, adquiere la dimensión de ser un modo de intercomunicación personal.
El proceso de personalizar la sexualidad.
Modalidades de la voluntad en el proceso amoroso.
Hay una diferencia entre el acto de la inteligencia y al acto de la voluntad, la voluntad pone a la persona humana en una actitud de movimiento hacia lo que quiere, de tensión dinámica hacia la realidad, es la bondad y el valor del ser, que ha sido entendido por la inteligencia, su bondad y su valor constituyen una fuerza de atracción que mueve nuestra voluntad y la fuerza de voluntad puede activarse según 3 disposiciones o modalidades principales. La hedonista, la utilitarista y la ética.
La modalidad hedonista es aquella actitud de la voluntad por la cual se mueve hacia una realidad por que esa realidad se presenta placentera para la persona.
La modalidad utilitarista es aquella actitud de la voluntad por la cual esta se mueve hacia una realidad por que esa realidad se presenta útil para la persona.
La modalidad ética es aquella actitud de la voluntad por la cual esta se mueve hacia una realidad por que esa realidad se presenta como buena para la persona y ello con independencia de todo placer y utilidad.



La voluntad ética en el aprendizaje del amor.
Para aprender a amar no basta con educar las disposiciones de nuestra voluntad pues previamente nuestro entendimiento tiene que percibir la verdad del amar. En el amor hay también una porción de inteligencia; existe en el espíritu una proporción entre la facultad de entender y la de querer, puede ser entendido en su dimensión sensible y en su dimensión más profunda como ser espiritual. ¿Qué diferencia hay entre la voluntad sensible y la racional? La voluntad sensible solo se presenta como placentera o útil y la racional es cuando se dirige hacia una voluntad personal.
La voluntad racional a diferencia de la voluntad sensible, quiere la realidad cualquiera que sea en sí misma y por sí misma, debido a que capta y quiere su bondad o valor intrínsecos, no su utilidad o placer para sí.
La voluntad intelectual tiene la virtualidad de querer las cosas en la misma medida en que merecen ser queridas, en el universo del ser en todo el conjunto de la realidad hay una pluralidad de seres que poseen cada uno de ellos su propio valor intrínseco.  Las personas creadas no pueden ser amadas infinitamente por que esa no es la medida de su ser, que no es infinito, sin embargo por que son seres personales deben ser amados en sí mismo y por sí mismos, por que ese valor radical e incondicional es el valor intrínseco propio del ser personal. Las cosas deben ser amadas en la medida en que sirven para amar a Dios y a las otras personas creadas, es decir en la medida de su necesidad y utilidad para hacer efectivo el amor que merece Dios y las otras personas.


La disposición de la persona en el amor.
El amor se presenta como el movimiento de la voluntad que quiere el bien de la persona amada, en sí mismo y por sí mismo, por eso es inhumano este movimiento de la voluntad que quiere a la persona amada por razones de mera utilidad o de placer para sí.
Quien ama por utilidad o por placer no sale de sí mismo, sino que quiere la cosa para sí. Solo quien dispone su voluntad al valor intrínseco del ser amado sale de sí, se convierte en apertura, se comunica y en suma ama como persona.
El amor profundo y auténtico adquiere la especificidad del amor conyugal cuando la persona amante es capaz de decir a la persona amada “Tú como mi varón o como mi mujer” vales tanto que mereces el don total de mi persona a tu persona.
A diferencia del espíritu la sensibilidad es siempre utilitarista o hedonista: Solo percibe al otro en su papel utilitario o placentero.
En virtud de la unidad substancial de la persona humana, la sexualidad en su dimensión psicofísica es capaz de amar en sentido auténtico y profundo cuando esa dimensión es integrada en y por el espíritu de la persona humana, esta integración implica la aparición de una virtud específica: La castidad. Es el instrumento de que se sirve el amor para penetrar y personalizar todas las dimensiones del hombre integrándolas en una unidad.
Puede afirmarse que la búsqueda del bien del otro cónyuge  consiste en amar el que su ser personal se cumpla en toda su verdad y colaborar en la obtención de ese fin.

Convertirse en coautor de que el otro consiga ser lo mejor que tiene dentro, requiere esa modalidad o actitud de la voluntad que hemos denominado voluntad ética. Por esta razón el adulterio del corazón se comete no solo cuando asume esta actitud respecto de su pareja, distinta  a la propia, sino precisamente cuando asume esa actitud hedonista o utilitarista frente al otro. El auténtico amor exige siempre la apertura de sí y la conversión de uno en don para el otro.        
 Los 3 momentos esenciales que marcan el ritmo del designio providencial de Dios sobre la creación a saber son: La creación, la redención y la glorificación.
La sexualidad y la creación:
Se inicia con la narración de la misma creación sale de las manos creadoras de Dios como varón y mujer y está marcado desde el principio por la diferenciación sexual, no dejar al hombre solo y por otra parte constituirlo en sujeto de una bendición especial, la de la fecundidad.
Es propio de la naturaleza del espíritu y de la condición de persona el poder abrirse y comunicarse intencionalmente con otro ser diverso de sí mismo. Sus actividades más específicas, a saber, el pensar y el querer, le mueven, le empujan hacia a fuera de sí misma.
La persona puede querer una cosa en tanto esa cosa deseada le sirve para la obtención de un objetivo: Entonces la cosa querida es considerada por su razón como medio o instrumento.
El acto de voluntad está siempre precedido de un acto de la inteligencia, el cual descubre el valor real del objeto.


San Agustín afirmaba que el concepto de desorden consiste precisamente en hacer uso de aquello que sólo se debe gozar y en gozar de aquello de lo que solamente se debe hacer uso.
La persona sale realmente de sí misma solo cuando quiere al otro diverso de sí en razón del valor propio de este, es decir cuando lo quiere en sí mismo y por sí mismo, solo la persona puede y debe ser querida de este preciso modo, por eso sólo la relación con otra persona puede hacer salir al hombre de su soledad original, el hombre puesto frente a los animales permanece en soledad, solo puesto frente a otra persona puede estar en compañía.
El cuerpo humano está ordenado interiormente para expresar en el mundo del universo visible  a la persona en cuanto tal: en cierto modo, el cuerpo es la manifestación de la persona. Todo discurso de la persona humana siempre es también un discurso sobre su corporeidad. La sexualidad humana está intrínsecamente ordenada para expresar la vocación de la persona a ser don de sí mismo a la otra persona.
La sexualidad humana en cuanto lenguaje y estructura de la donación interpersonal, integra en sí misma la capacidad procreadora. La visión  que el varón y la mujer tienen en sí mismos es la que les conduce a través de su corporeidad, a la percepción de su propia persona como don o regalo para el otro, y en esta visión no se puede omitir, no se puede ignorar o negar la dimensión procreadora inherente al recíproco don personal de sí mismos. Semejante ignorancia o negación de esa inherente dimensión procreadora sería una lectura falsa de aquel lenguaje del cuerpo a través del cual la persona dice darse de sí misma, por que esa dimensión generadora forma parte, evidentemente, de sí misma. Mediante el cuerpo, la comunión interpersonal del varón con la mujer posee una primordial sacramentalidad en el orden de la creación. Esta, gracias a su visibilidad, constituye el signo originario del Amor creador de Dios.
La sexualidad y la redención.
Solo bajo la luz de Cristo la creación es comprensible íntimamente. Esta predestinación del hombre, a causa del pecado del hombre, se convierte en predestinación redentora. La realización de la eterna predestinación implica también la liberación del hombre respecto de su pecado.
El hombre pese a su pecado, no ha destruido dentro de sí toda la verdad originaria de su condición de ser personal, de su ser a imagen y semejanza de Dios. En su última esencia, en efecto, el pecado es un acto de la libertad que no quiere reconocer la verdad, ni subordinarse a la misma: a la verdad de las cosas. Pero esta rebeldía no cambia la verdad, por la simple razón de que ésta no está constituida, no es creada, no es producto fabricado por la libertad humana. Esa subordinación tiene como efecto originar dentro del hombre y dentro del universo una profunda contradicción entre lo que la persona humana hace en sí misma en y con su conducta y aquello que esa misma persona humana es en realidad: una contradicción que es sentida por el pecador en su conciencia misma, en el interior más íntimo de su corazón.
La sexualidad y la glorificación.
La razón de que el hombre pueda renunciar al matrimonio y a un legítimo ejercicio de su propia sexualidad, reside en la relación que el mismo Cristo establece entre esta decisión, el *Reino de los cielos*, y la resurrección final de la carne. Por esta razón, mediante la resurrección de Cristo, el Reino ya está sustancialmente realizado y el tiempo que transcurre después de ella no tiene otra razón de ser que la de manifestar su potencial salvadora.
La perfección del cuerpo humano consiste, como ya se ha dicho en la primera parte, en su personalización, es decir, en su completa integración con el sujeto personal. Si ahora tenemos presente que, como también afirmamos, el ser personal es propio del espíritu, en tal caso podemos decir que la perfección del cuerpo consiste en su perfecta espiritualización. Dicho en otras palabras: en una perfecta sumisión del cuerpo a las exigencias de la persona. La intrínseca ordenación del cuerpo para expresar y para realizar a la persona humana encuentra sólo en la resurrección su perfecta dinámica y en ello consiste precisamente su completa redención.

b) Juicio Valorativo:
Como familiologos tenemos una gran responsabilidad al respecto de la sexualidad humana y como tratarla; es esencial que nuestro principal argumento lo basemos en el hecho de que somos espíritus encarnados, es decir que nuestro cuerpo es simplemente una extensión del espíritu y no al revés, por lo tanto el valor del cuerpo no puede cuantificarse. Que la condición sexuada del hombre esta inscrita desde el momento mismo que Dios crea al hombre y a la mujer y les dio además la bendición especial de la fecundidad.

Cuando algún paciente este dudando sobre su sexualidad, es importante ayudarlo a entender las dimensiones de la misma y además ayudarlo a diferenciar en que sentido esta tomando su proceder; si lo está haciendo con una actitud hedonista, utilitarista o ética. 

Debemos también ayudar a las personas a formarse en voluntad intelectual y no en voluntad sensible, para que éstas sean predispuestas en el amor, pero en el amor verdadero, no de su verdad, sino de la verdad.
Que cuando haya casos en donde la persona crea estar viviendo un amor verdadero pueda identificar que éste sea para llevar a la plenitud lo mejor de si mismo. Que no sea para satisfacer su propia necesidad sino más bien ayudar al otro a ser mejor en sí mismo y para sí mismo.

Los familiologos tenemos además la responsabilidad de dar el valor correcto a la castidad y argumentar que solamente a través de ella podemos tener una perfecta identidad entre el bien de la persona y el ser de esa misma persona.
Es conociendo estos principios éticos de la antropología sexual, como podemos entender y explicar estos temas.

Debemos aprender además a identificar cuando un paciente esta confundiendo amor con enamoramiento, cuando está basando su realidad sensible como verdad de amor, y explicarle que la sexualidad vista como el principal punto de partida en una relación personal te lleva a un vacío espiritual, por que antepones el cuerpo como un medio o una utilidad para sí.
Enseñar que el autentico amor exige siempre la apertura de sí y la conversión de uno en don para el otro; que solo siendo coautores de que el otro consiga ser lo mejor que tiene dentro, conseguimos una verdadera comunión personal.